Las revoluciones digitales que se están dando en las últimas décadas ponen al ser humano ante dilemas que hasta ahora no existían. En el momento en el que tenemos mayor acceso a la información y a cualquier tipo de contenido, también sentimos que estamos siendo más engañados. La era de la información que nos prometían ha pasado a ser una avalancha de datos y estímulos que tratan de alcanzar nuestras emociones, más que nuestra razón. De esta forma, el conocimiento queda en un segundo plano, ensombrecido por el simple entretenimiento y el ocio. Y no es que esté mal disfrutar de un rato de desconexión viendo vídeos que nos gustan. El problema es que la desconexión mental viene dada por una hiperconexión neuronal a las pantallas, que nos está volviendo irónica más asociales en un mundo de redes sociales. Buscamos la aprobación de los demás a través de likes y comentarios, pero estamos cada vez más aislados de la gente que tenemos cerca.
Y esto no es algo que se venga dando desde hace pocos años. Ya se advirtió cuando la tecnología pasó a ser una herramienta tan poderosa que abstraía de la realidad a aquellos que las utilizaban. Claro que tener un teléfono móvil puede ayudarnos a estar en contacto con los nuestros, especialmente si están lejos. Pero en muchas ocasiones, el hecho de estar pendientes de la pantalla nos impide involucrarnos al cien por cien en la conversación que estamos teniendo con nuestros amigos, cara a cara. Es una mala costumbre que estamos adquiriendo a velocidad de crucero, como la de sacar fotos de cada momento “mágico” para compartirlo luego en las redes. No somos capaces de disfrutar de ese instante sin cámaras de por medio, sin pensar en lo que los demás nos van a decir cuando subamos la foto. Estamos perdiendo esa naturalidad a la hora de vivir y disfrutar como lo hacíamos hace tan solo veinte años. Las redes sociales están generando cosas grandiosas, pero también pueden convertirse en un gran problema, sobre todo si son utilizadas para objetivos menos positivos. De hecho, en los últimos tiempos hemos visto como estas redes se sexualizan hasta el extremo, sirviendo incluso como plataforma de promoción de trabajos sexuales.
Un fenómeno moderno
Las redes sociales nacen al calor de la expansión de Internet, a mediados de los años 2000. Las primeras, como Facebook o MySpace, se basaron en plataformas muy sencillas, algoritmos que nos permitían conocer a personas que tenían nuestros mismos gustos. Si bien Facebook ya supuso un gran cambio en su momento, Twitter lo apuntaló gracias a su forma más liviana y la posibilidad de compartir el contenido en hilos. Pero sería Instagram la que vendría a cambiar para siempre la manera en la que usamos las redes sociales. La imagen muy por encima del contenido. Las fotos como principal reclamo, como forma de llamar la atención. Después llegaría TikTok, imponiendo los vídeos cortos de los que también se aprovecharía Instagram un poco más tarde. Todo este fenómeno está generando un cambio brutal en la manera en la que la sociedad se autodefine.
Nueva herramienta para negocios virtuales
Las redes sociales han supuesto un punto de inflexión en muchos sentidos. El canon de belleza actual está muy marcado por esa ingente cantidad de estímulos que estamos recibiendo, a los que además todos tenemos acceso, especialmente en las etapas más jóvenes. Los críos se pasan horas viendo estos vídeos y aprenden bailes, coreografías, canciones… y también comportamientos por parte de estos creadores de contenido. Quieren ser como ellos. Ya no se lleva el querer ser futbolista, médico o ni siquiera cantante de mayor. Los niños y niñas quieran ser influencers, y es que la vida de estos creadores parece idílica. Son famosos, ganan mucho dinero, viajan a destinos exóticos y las marcas se lo pagan todo. Porque son como anuncios andantes, y han conseguido crear un auténtico negocio de su propia marca personal.
Los negocios virtuales ya estaban bastante maduros cuando aparecieron las redes sociales, pero no hay duda de que estas plataformas han ayudado mucho a llevar esos negocios al siguiente nivel. El alcance que tenemos hoy gracias a Tiktok, Facebook o Instagram es brutal. Cualquier persona que aprenda a manejar bien las redes sociales, sus anuncios y su viralidad, puede conseguir negocios increíbles desde casa y con una inversión mínima. De ahí que muchos trabajos y oficios hayan encontrado en estas herramientas una tabla de salvación. La prostitución siempre ha estado marginada, fuera del sistema, porque en muchos lugares era incluso ilegal. Sin embargo, con las redes sociales se han dado las circunstancias perfectas para incluirla, de manera sutil, como un trabajo más. La diferencia entre una prostituta de alto standing y una creadora de contenido sexy es cada vez más difusa…
Captación de jóvenes en redes sociales
De hecho, son muchas las escorts VIP que utilizan sus redes sociales para conseguir clientes. No lo tienen demasiado complicado, ya que con solo subir fotos en lencería o traje de baño, los likes están asegurados. Estas chicas no van promoviéndose como trabajadoras sexuales, ya que serían censuradas por las redes. Simplemente ponen fotos muy sensuales, justo al límite de lo permitido, y proponen charlar por mensaje privado a sus fans. La plataforma Onlyfans se ha convertido también en un caladero de nuevas estrellas del porno y el sexo. Las chicas que antes tenían que poner anuncios en plataformas poco conocidas, ahora pueden pasearse por Instagram junto a las influencers de moda. Y aquellos que todavía tienen agencias de acompañantes también están muy atentos a estos movimientos.
Hoy por hoy la mayoría de jóvenes de entre 18 y 30 años tienen redes sociales, y muchas las tienen abiertas a todo el público. Chicas de todas las ciudades, que además presumen de su belleza en estas fotos, a veces demasiado sensuales. Aspirantes a modelos o actrices que tienen reportajes semidesnudas y no dudan en posar así para ganar también más visibilidad. Los “cazatalentos” están muy atentos a estas chicas para proponerles dar el salto al trabajo sexual, ya sea en el mundo de la pornografía o incluso en el de la prostitución. Esto ocurre especialmente en países de América Latina, donde se les prometen grandes ingresos a estas chicas que en muchos casos están viviendo situaciones muy complicadas en lo económico.
La transformación de la prostitución
La prostitución es uno de los oficios más antiguos que existen, y ha pasado mucho tiempo a la sombra, marginada, ya que también es ilegal en muchos territorios. El trabajo sexual ha sido el centro de las críticas tanto de feministas como de conservadores religiosos. La explotación sexual está, por desgracia, demasiado extendida, y se mete en el mismo saco que esas chicas que deciden, por propia voluntad, ganarse la vida con los servicios sexuales. Si antes las mujeres tenían que hacer la calle o trabajar en burdeles para conseguir clientes, Internet ha cambiado las normas. La transformación del trabajo sexual en los últimos tiempos ha sido brutal, y hoy por hoy una chica puede tener control sobre sus anuncios, su agenda y sus citas con clientes desde su propia casa.
